La vida se convierte en rosa en Buenos Aires cuando florecen los lapachos. Esto ocurre, desde un par de semanas antes de la llegada de la primavera. Llegando al 21, la floración es casi total. La Ciudad emociona por el esplendor de su naturaleza. Los colores resplandecen y transmiten sensaciones. Como que dan ganas de vivir. La vida es bella, a pesar de algunos contratiempos que nos toca atravesar.
Le decimos adiós al invierno y “bienvenida primavera”, con su carga de sol y color. Las hojas y las flores que la naturaleza nos regala encienden las almas y conmociona a los corazones. Aparecieron nuevos aires y esperanzas. El ser humano, es así. De repente tropieza, se cae y se vuelve a levantar. Una y mil veces. La primavera impulsa el renacimiento. Siempre las propuestas de la naturaleza, empatizan con el bienestar de la gente.
El lapacho se emparenta con el jacarandá, es tan espectacular como él. Llegando a los finales de los meses fríos, amanece su floración, la cual se acelera en setiembre, como preparándose para vestirse de fiesta y participar del desfile de la primavera. La población de estos ejemplares alcanza a 3.000 en Buenos Aires. Se los encuentra diseminados por algunos barrios como Palermo, Saavedra, Puerto Madero y Villa Urquiza.
En Echeverría y Avenida Figueroa Alcorta, muy cerca del monumento a Güemes. Frente al Museo Bernandino Rivadavia, en el Parque Centenario, en Avenida Pedro de Mendoza y Del Valle Iberlucea, la Vuelta de Rocha, en el barrio de La Boca y el más conocido por su monumental belleza, situado en avenida Figueroa Alcorta y Ramón Castilla, conocido como “el lapacho de Ezcurra”.
Su presencia en la Ciudad, se debe a la iniciativa de Carlos Thays, aquel arquitecto, naturalista, paisajista y urbanista, que fue el responsable de la creación y remodelación de 69 plazas y paseos públicos en la ciudad de Buenos Aires y 16 en las provincias del interior del país. Viajaba por el país y buscaba ejemplares para plantar en Buenos Aires. Aquellos que les parecía adecuados para el característico clima de nuestra Ciudad. Desde la región noroeste, de las provincias de Salta, Tucumán y Jujuy, trasladó a la urbe porteña al lapacho, junto a otras especies como la tipa, el ceibo, el palo borracho y el jacarandá.
Todos ellos, después del paso de los años, se han convertido en la flora de Buenos Aires. Alcanza una altura de, entre 20 y 30 metros. Con un tronco de 80 centímetros de diámetro. Las flores se caracterizan por su belleza espectacular. La mayoría rosadas, entre las que pueblan nuestras calles. También las hay de color amarillo o blanco. En el año que estamos cursando, la Dirección de Espacios Verdes y Arbolado de la Ciudad, se ha propuesto plantar unos 15 mil árboles de especies variadas. También continuarán aumentando la cantidad de ejemplares de esta tan preciada especie.
Por Francisco Grillo