INTERÈS GENERAL

EX SOLDADOS CLASE 59 REVIVIERON SUS DÍAS DE PARACAIDISTAS DURANTE UN HOMENAJE EN UNA BASE EN CÓRDOBA

Están unidos desde los 18 años cuando hicieron juntos el servicio militar en el año 1978. Llevaron como bandera el recuerdo de quien fue su jefe en ese entonces, el Capitán post mortem Rubén Eduardo Márquez, ex combatiente caído en Malvinas. 

Es jueves 5 de mayo de
2022, los paracaidistas clase 59 están parados adentro del bombi, un simulador
creado con el fuselaje de un avión Junkers bombardero viejo, ubicado a la
altura límite para vencer el vértigo. Están vestidos con uniformes camuflados,
cascos y un paracaídas cerrado a la altura del abdomen. Tienen entre 62 y 63
años y tienen la intención de revivir un pedazo de su historia, la que vivieron
en la conscripción, 44 años atrás.

Se sostienen de un
pasamanos con la mano derecha. “Posición”, le dice el instructor al que está
más cerca de la puerta. Entonces el soldado se pone firme, camina hacia la
compuerta, y se toma de los bordes. “Preséntese”, le dice ahora el instructor.
“Soldado clase 59 Caudullo”, responde, y agrega, el paracaidista antes de
tirarse al vacío: “Listo primer salto”. Se arroja, una polea lo sujeta a una
soga que por unos metros lo acompaña en el salto hasta tocar el piso, de la
forma que le habían enseñado cuando tenía 18 años, en la Compañía Arsenales en
Córdoba. Cuando se salta del bombi, a los tres segundos, se produce un tirón
similar al que se da cuando se abre el paracaídas. “Por más que sepas que estás
atado a un arnés, que estás sujeto a unos cables de acero que van en declive
para llegar a tierra y saltar de ahí, es bravo. Se lo llama “hacedor de
paracaidistas”, el que no salta de ahí no puede terminar el curso de
paracaidista militar”, resalta Daniel Caudullo.

El instructor quedó
sorprendido de la forma en que trabajaron, dijo que nunca imaginó que los ex
soldados iban a tener tan firme el recuerdo de la forma en que debían actuar
dentro del bombi. “Es que son cosas tan lindas que no se van de la mente, se
quedan grabadas en un lugar y si las buscas, las encontrás”, reflexiona Alfredo
Rey, miembro del grupo, y recuerda aún el primer salto temeroso en la
conscripción, y enfatiza, respecto al que hizo este año, que no veía las horas
de subir. Y es cómo dijo Héctor Bello, otro ex soldado, somos los mismos que
hace 40 años sólo que con unos achaques. “Algunos titubeamos”, recuerda por su
parte Daniel Caudullo, “pero no por miedo, sino por la edad que tenemos”. Sin
embargo, el titubeo duró una milésima de segundos, nada más. Salieron a la
puerta y saltaron.

Se inicia el viaje hacia
la ciudad de Córdoba

Tres días atrás, ex
soldados de varios puntos del país, se preparaban con mucha ansiedad para el viaje.
Ese 3 de mayo sonó un mensaje de Daniel Caudullo, según él mismo “un rosarino
que vive en Mar del Plata”, en el grupo de WhatsApp al que llamaron “Compañía
Arsenales Aerotransportada 4”. Escribió entre mates: “Muy buen día soldados de
la compañía, amigos. Ya estamos levantados con Julito Luna en la casa de
Ricardito Botello y Paola en Glew, alistándonos para dirigirnos a Retiro, y de
ahí a Córdoba. Les mando un gran abrazo de paracaidista”. Julio Luna y Edgardo Macaya
también son de Mar del Plata. Macaya dejó a Luna y a Caudullo con su auto en la
casa de Ricardo Botello en Glew, la noche anterior al viaje, pero él siguió y paró
con su esposa en Carapachay, en el norte del Gran Buenos Aires. Estaban
invitados al agasajo de los 30 años de la Base de Apoyo Logístico Córdoba,
fundada en 1992, la que ocupó el lugar de la antigua Compañía Arsenal de Parque
Sarmiento donde estos ex conscriptos hicieron el servicio militar.

Las invitaciones se
giraron al Teniente Coronel Néstor Gabriel Delgado, el actual jefe de la Base
de Apoyo Logístico Córdoba y él se encargó de transmitirlas a todos los
soldados. Iban algunos familiares de los paracaidistas también. Daniel Caudullo
tiene familia de sangre, pero adoptó también una en esa provincia, la de otro
conscripto, de nombre Daniel Paradela, ya fallecido. Paradela era un nuevo
ingresante que vivía en Córdoba en tiempos en que Caudullo estaba en la sala de
armas y ya cerca de la baja del servicio militar. Un día de franco, al que más
adelante iba a considerar su hermano, lo invitó a comer un asado. Así Caudullo conoció
a la familia Paradela y nunca más cortaron lazos.

“Vamos a ver si nos
animamos a tirarnos. Una cosa es a los 18 que uno es más inconsciente”, dice
Macaya, y Caudullo agrega: “Los certificados médicos los tenemos”. 

El miércoles 4 de mayo a
las 9.40 de la mañana llegaron a la estación ferroviaria de la ciudad de
Córdoba. Los esperaba el Cabo Primero Rueda, quien luego saltaría junto a ellos
del bombi. Los condujo con una camioneta al Cuartel Unión, donde se encuentran Caballería;
la Base de Apoyo Logístico; Sanidad; el RI 14 (Regimiento de Artillería) que
fue el único regimiento que participó en su totalidad en la Guerra de Malvinas.
Todos sus miembros son paracaidistas militares. En el cuartel los recibió el
Suboficial Mayor Darío Denett y el Teniente Coronel Néstor Delgado. Les
presentaron a los soldados jóvenes que los estaban esperando con tostadas y
café. Algunos de ellos duermen ahí y otros llegan temprano. Después fueron a la
cuadra y les mostraron donde iban a dormir. Eran todas camas cuchetas. También
les dieron la ropa de cama, los uniformes, una bolsa con un plato playo, uno
hondo, un sujetador con cuchillo, cuchara y tenedor, un jarrón caramañola, una
servilleta y un repasador, igual que en 1978. Durmieron en el cuartel como los
soldados que fueron en ese entonces.

Al otro día recorrieron el museo de la BAL (Batallón de Apoyo Logístico) de Córdoba. Allí encontraron fotos de ellos, parte de su historia y de la Compañía Arsenales. Esa noche cenaron guiso de arroz con el Teniente Coronel Néstor Delgado y el Suboficial Mayor Mario Denett. Julio Luna es vegetariano así que le trajeron una porción de papas fritas de la cantina, lo que fue una novedad para ellos porque en su época no había.  

formados para el desfile de remera blanca primera fila de izquierda a derecha Principal Nuñez, Caudullo, Botello Palazzolo, Carrizo. Segunda fila Moreira ,Loza,Luna Stefani.Atrás, Macaya,bello y Rey

“Para mí fue una
experiencia rejuvenecedora” reconoce Caudullo. Todo lo que hicieron, como fueron
tratados, cómo durmieron y cómo se levantaron cada día. Ese ir levantándose los
transportó 44 años atrás. Renato Palazzolo, miembro del grupo, cuenta que en la
época de la colimba se levantaban a las 7 de la mañana y recuerda la diana de
arriba la compañía, “claramente no era la voz de mamá”. Pasaron, dice,
alegrías, tristezas y frío también. Todos esos chicos que eran desconocidos,
todos con historias, clases sociales y creencias distintas, compartieron su
vida diaria por más de un año como una gran familia.

 “Nuestro jefe murió en Malvinas”

El jueves 5 de mayo
esperaron al grupo en la Compañía Comando 602 para llevar una ofrenda floral al
monumento donde están los caídos de Malvinas, entre ellos, el Capitán Post
Mortem Rubén Eduardo Márquez.

Durante el recorrido apreciaron lo concerniente a todas las operaciones que hicieron los miembros de esa compañía en Malvinas. El Jefe del Comando en esa época era Aldo Rico y Rubén Eduardo Márquez era Teniente Primero. Desde ahí fueron a Campo de Mayo de donde salieron los hércules con destino a las islas. Márquez murió junto al Sargento Primero Blas en el monte Bluff Cove Peak, al día siguiente de llegar a las islas, producto de una emboscada del grupo SAS (Servicio Aéreo Especial británico).  Con sus muertes salvaron al grupo argentino que estaba avanzando detrás de ellos.

Los paracaidistas con los equipos puestos de izquierda a derecha,Alfredo rey,Julio Luna,Rubén Macaya,Daniel Caudullo, Renato Palazzolo

 Era un militar “con todas las letras”, afirma
Macaya y agrega: “El tiempo que estuvo con nosotros nos marcó muchísimo, era
una persona increíble”. Daniel Caudullo pudo ubicar a las sobrinas. Ellas
fueron las que participaron del reconocimiento del cuerpo a través de la prueba
de ADN. El teniente era de Coronda, provincia de Santa Fe. Estaba casado, pero
no tuvo hijos. Su familia hizo todo lo posible para ubicar su cuerpo. Su mamá,
Elda, viajó dos veces a Malvinas y se arrodilló entre dos tumbas en las dos
oportunidades. Una decía Sargento Primero Blas y la otra “Soldado conocido sólo
por Dios”. Ella decía que allí estaba su hijo, pero murió antes que se lleve a
cabo el reconocimiento, el que se hizo a través del ADN de sus nietas. Fue el
soldado “número 100”. La última voluntad de Elda fue que lleven sus cenizas a
Malvinas, y allí descansa junto a él. De eso también se ocuparon sus nietas.

El bombi de la compañia de comando 602 en Cordoba

Los lazos que nunca se
cortan

Hay un grupo de Facebook y un grupo de WhatsApp que los reúne y a través del cual se saludan todas las mañanas. Daniel Caudullo es el que se encarga de la organización de los encuentros y fue quien se encargó de rastrear a la mayoría de sus ex compañeros. Nunca se cortó el nexo a pesar del tiempo. Actualmente son 58 ex soldados los conectados, diseminados en distintos puntos del país, salvo Rodolfo Scaltritti que vive en Mallorca, España. Ellos están en comunicación permanente. Pero algunos ya no están, como Oscar Lezcano, el único ex soldado santiagueño de esa clase. En el grupo está Valeria, su hija, quien reconoce que allí encontró pedacitos de la historia de su papá. Cuando Caudullo logró contactarse por primera vez con la familia para ubicarlo, Oscar ya había fallecido. Tampoco está el Capitán Márquez, y en el grupo están sus sobrinas, Victoria y Lorna. Algunos, a pesar de los intentos, no pudieron ser rastreados. En total, en el año 1978 eran ciento y pico los jóvenes que compartieron la experiencia de ser paracaidistas y están actualmente en contacto la mitad.  

Antes de salir de Glew de izquierda a derecha ,Julio Luna,Ricardo Botello y Daniel Caudullo

Caudullo, Luna y Botello, en ocasión de este viaje a Córdoba, fueron a ver el lugar donde funcionaba la antigua compañía y vieron que no quedó nada, sólo un terreno baldío. Al lado, donde funcionaba el Batallón de Comunicaciones 151 habían dejado el edificio en pie como muestra de que allí funcionaron cuarteles del ejército. Ahora hay un restaurant, con el edificio y la fachada de la época. “La época linda nuestra”, concluye Daniel Caudullo.

El desayuno como en la época de la conscripción de izquierda a derecha Julio Luna, Ruben Macaya y Ricardo Botello

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